Toni MOntiLLA

19/2/2007 LA TEMPORADA AZULGRANA|EL COMPORTAMIENTO DE LA AFICIÓN

Chaparrón en Mestalla

• La derecha valenciana volvió a aprovechar la visita del Barça para difundir con vehemencia sus proclamas anticatalanas

• Oleguer fue en esta ocasión el blanco de los insultos de los seguidores valencianistas más ultras

TONI MOLLÀ
VALENCIA

Entré por primera vez en Mestalla en la temporada 1965-66, cuando solo contaba 8 años. El Valencia se impuso aquel día 2 a 1 al Espanyol de Di Stéfano. Desde aquel bautizo, me convertí en un merengot que se sabía de carrerilla --¡que se sabe!-- la alineación del Valencia de cualquier temporada. Un merengot que aplaudía la visita del Athletic de Iríbar y del Barcelona de Sadurní, equipos hermanos. Un merengot cualquiera, como casi todos. Así fue hasta la transición política, cuando Mestalla, de la mano del presidente José Ramos Costa, se convirtió en campo de cruzada anticatalanista.
La derecha valenciana había inventado aquel fantasma como arma arrojadiza contra los cambios que se avecinaban. El País Valenciano hervía con sabia democrática y Mestalla, con Abril Martorell y Manuel Broseta en el palco, se envenenó hasta la metástasis más corrosiva. A pesar de mi identificación con la Quinta de Claramunt, Cordero y Saura, aquel estadio se convirtió para mí en un lugar cada día más incómodo. Harto de aquel sainete xenófobo, me entregué al transfuguismo sentimental y me convertí en un azulgrana duplicado, por el Levante y el Barça.

El hijo pródigo
Durante años soñé con volver a Mestalla y presenciar un Valencia-Barça sin proyectiles verbales en las gradas. Como un hijo pródigo, regresé con mi hija hace un par de temporadas y tuvimos que soportar la proximidad de un hooligan autóctono que rugía a nuestro lado cada vez que Ronaldinho tocaba la pelota: "Negro, catalán, hijo de Carod-Rovira". Entre el temor, la angustia y la indignación, abandonamos el estadio en el descanso del encuentro. Ayer, animados del optimismo más tenaz, volvimos a Mestalla con los sentimientos emboscados.
Salva Ballesta, actualmente en el Levante, había calentado la semana al afirmar que tenía "más respeto a la caca de un perro" que a las opiniones de Oleguer Presas sobre la independencia del poder judicial en España. El partido ultraderechista Coalición Valenciana repartía panfletos a las puertas de Mestalla con su programa intelectual: "No mos fareu catalans". Los Yomus --rostros pintados de amarillo, rojo y azul combinados con calaveras-- se entregaban a su catarsis semanal al grito de "puta Barça, puta Catalunya". El Grup d'Acció Valencianista, otra organización de extrema derecha que renace siempre coincidiendo con las elecciones autonómicas, colocó en el acceso a la tribuna una pancarta que rezaba "Fora Barça i fora Oleguer" y "Valencia is not Catalonia".
Como la cosa más natural del mundo, estos mismos patriotas cantaban sin cesar: "Para ofrendar nuevas glorias a España, nuestra nación supo luchar". Un espectáculo ya visto décadas atrás, consentido siempre por la derecha local que utiliza el anticatalanismo como anzuelo electoral. La novedad anoche era el aullido "Oleguer, hijo de puta", proferido cada vez que el defensa tocaba el balón.
Al inicio del segundo tiempo, el Valencia, fiel a la máxima del pensat i fet autóctono, reventó el partido en tres minutos. La lluvia caía sobre la ciudad. La masa social del Valencia vio así satisfechas sus dos máximas reivindicaciones. Se impuso al Barça y logró el "agua para todos" que tantas manifestaciones a favor del trasvase del Ebro ha convocado durante esta legislatura. La lluvia y los goles refrescaron un ambiente que había empezado con demasiados malos presagios. Pero ni se ha resuelto la sequía, ni la Liga está decidida. El próximo año volveremos a Mestalla.
Escritor y periodista.

Aqui podeis ver al autor en plena transición nacional.